Aunque, como en muchas cosas en esta vida, tenemos que hablar de un grado, una escala o unos límites que nos permitan encuadrar la manía como algo que nos tenga que preocupar más o menos. Puede empezar con pequeños rituales de repetición, tocar algo un número determinado de veces, caminar por determinados lados de la acera... Hasta ahora, todos son comportamientos bastante benignos para uno mismo. Pero cuando la cosa empieza a complicarse, como cuando tienes que levantarte de la cama para comprobar que has cerrado el gas por cuarta vez o estar a mitad de camino y tener que volver a casa para verificar que la has pasado la llave a la puerta, ahí ya la manía se convierte en compulsión y puede derivar con mucha facilidad en un trastorno obsesivo compulsivo.
Pero no es cuestión de acabar en lo patológico, ni crear alarma social porque tengas alguna manía que otra, sólo conviene estar atentos por si se cuela de forma preocupante en nuestro día a día. Y, para muestra un botón, como suele decirse. Aquellos que me conocen saben perfectamente una manía que he adquirido después de sacar el carnet de conducir y no es otra que la necesidad de comprobar que cerré el coche. Sí, señores, soy consciente de que lo hago y probablemente lo seguiré haciendo hasta que se me quite esta neurosis. Aunque en mi defensa tengo que decir que muchos de los que se burlan de mi por ello, no tienen
Y puesto que estamos confesando, hay una manía un tanto particular. Al entrar a mi casa desde la calle, pulso el botón para llamar al ascensor, y eso que no tengo que cogerlo para subir, pero es que es automático, me sale solo. Lo gracioso de todo es que al salir nunca lo hago, ni me acuerdo siquiera... ¿Me tengo que preocupar?