jueves, 28 de junio de 2012

Manías

Costumbres, ticks, automatizaciones, formas de ganar ilusión de control... Manías al fin y al cabo. Una conversación reciente con un amigo me ha hecho ponerme a pensar en esos comportamientos tan particulares que tiene la gente. Para empezar estaría bien decir lo que un servidor entiende por manía y es aquella conducta que uno hace casi sin percatarse para disminuir el grado de ansiedad en el que se encontraría si no la llevara a cabo. Dicho así suena muy frío y técnico, pero al releerlo (despacio y con buena letra) se puede entender mejor.

Aunque, como en muchas cosas en esta vida, tenemos que hablar de un grado, una escala o unos límites que nos permitan encuadrar la manía como algo que nos tenga que preocupar más o menos. Puede empezar con pequeños rituales de repetición, tocar algo un número determinado de veces, caminar por determinados lados de la acera... Hasta ahora, todos son comportamientos bastante benignos para uno mismo. Pero cuando la cosa empieza a complicarse, como cuando tienes que levantarte de la cama para comprobar que has cerrado el gas por cuarta vez o estar a mitad de camino y tener que volver a casa para verificar que la has pasado la llave a la puerta, ahí ya la manía se convierte en compulsión y puede derivar con mucha facilidad en un trastorno obsesivo compulsivo.


Pero no es cuestión de acabar en lo patológico, ni crear alarma social porque tengas alguna manía que otra, sólo conviene estar atentos por si se cuela de forma preocupante en nuestro día a día. Y, para muestra un botón, como suele decirse. Aquellos que me conocen saben perfectamente una manía que he adquirido después de sacar el carnet de conducir y no es otra que la necesidad de comprobar que cerré el coche. Sí, señores, soy consciente de que lo hago y probablemente lo seguiré haciendo hasta que se me quite esta neurosis. Aunque en mi defensa tengo que decir que muchos de los que se burlan de mi por ello, no tienen aún carnet, así que desde aquí les digo que tarde o temprano todo llega (karma)

Y puesto que estamos confesando, hay una manía un tanto particular. Al entrar a mi casa desde la calle, pulso el botón para llamar al ascensor, y eso que no tengo que cogerlo para subir, pero es que es automático, me sale solo. Lo gracioso de todo es que al salir nunca lo hago, ni me acuerdo siquiera... ¿Me tengo que preocupar?



martes, 26 de junio de 2012

Perspectivas

En algunas ocasiones, podemos vernos asaltados por la inspiración en los momentos más inesperados. Si bien, no siempre puedes contar con que las musas te acompañen cuando las necesites y tus resultados van a depender más de lo que te lo curres que del propio azar (ay, esos sesgos cognitivos...) Cuando te encuentres en un momento así, mi consejo es que pongas en marcha un cambio de perspectiva.

En mi caso he probado a sacar el blog de la habitación y traérmelo a un lugar un poco más fresco, que teniendo en cuenta la ola de calor del momento no es mala idea en absoluto. Refrescarte y tumbarte al sol hace que resetees de lo que venías pensando durante el día y te deja un poco más liberado para resolver asuntos que tengas pendientes. Aunque no nos engañemos, cuando nos dejamos envolver los por rayos del sol y la brisa, lo que más apetece es dejar la mente en blanco y postergar los problemas para tu yo del futuro.

He podido comprobar hace escasos minutos la diferencia al escribir acompañado por el batir de las olas del mar y un barullo de niños tirándose los zapatos a la papelera y armando escándalo (sí, es literal, basado en hecho reales) Realmente sólo tienes que encontrar tu hueco, un poco de tranquilidad y dejar que tus dedos empiecen a bailar con las teclas, al ritmo de la melodía que tú decidas escribir. Y si además, lo acompañas de buenas vistas, el resultado al final puede dejarte con muy buen sabor de boca.


Cartón y cinta de embalar

Cuando llegan cambios tienes dos opciones (o quizás más pero son las que se me ocurren ahora): dejar que pasen por ti o ponerte en marcha y ser parte del proceso. A un servidor le toca esta segunda opción, mucho más activa y dinámica, pero que requieren su sacrificio, ya que como se suele decir: "everything comes with a prize..." (guiño a una serie que me gusta mucho y de la que ya hablaré en otro momento)

El cambio comienza cuando te encuentras frente a cajas de cartón y una cinta de embalar recién comprada y las palabras que escuchas son: "Monta las cajas y empieza a guardar tus cosas..." En ese momento es cuando te paras y piensas que tienes que archivar cinco años de tu vida. Aunque eso no es lo peor, ya que en el fondo guardas y cierras, pero la cuestión crucial es: ¿qué guardas y qué tiras? No todo puedes llevártelo, ya que hay cosas que ni sabías que tenías (sí, nos pasa a todos, no mientan) y que acabas guardando porque te recuerdan a alguna situación vivida. En el fondo, la nostalgia es una compañera que nos hace ponerle freno a muchos momentos, intentando congelarlos con algo más sólido que un débil recuerdo.  Así de sentimentales que somos...

Pero de pronto te puedes sentir invadido por un espíritu de lo más renovador y del que tienes que acabar tirando para ponerte en marcha. Te plantas frente a tus cosas y sin darte cuenta acabas desechando esa cucharilla de helado de aquel verano y guardas fundas de plástico para el curso que viene (oigan, que he reciclado una cantidad de material que ni sabía que tenía que bueno...)

En fin, aún me quedan cosas que enfrentar, recuerdos que asomarán la cabeza cuando llevaban mucho tiempo encerrados y otros con los que se me escapará alguna sonrisa a destiempo. Esperemos que al final, los cambios sean para mejor.

sábado, 23 de junio de 2012

Baile de máscaras

Realmente, me encantaría decir que el título del post es porque estoy organizando uno o al menos que me han invitado, pero no, qué más quisiera un servidor (aunque me lo apunto como idea para un futuro, que la verdad tiene que estar de lo más chulo) Llevo todo el día tarareando una de las canciones de uno de mis musicales favoritos, que cita:





"Carnaval, mascarada artificial, carnaval, que se oculta en un rostro enmascarado..." (originalmente del gran sir Andrew Lloyd Weber, es decir, mi querido Fantasma de la Ópera)






Y con todo esto, me he puesto a pensar en las máscaras que nos ponemos delante de los demás. Todos nosotros tenemos un gran arsenal de antifaces, por razones de lo más variopintas, ya sea por protegernos de que nos hieran, por no decepcionar a alguien o por guardar con celo algún secreto. Aquellos que tienen un mayor control sobre las situaciones sociales, no tienen ningún problema cuando deben camuflarse en el momento preciso, dado que cuando llegan a casa, saben dar los pasos indicados para quitarse la careta.

Pero, ¿qué pasa cuando la máscara nos la ponemos para nosotros mismos? Cuando nos negamos a ver nuestra realidad y optamos por cobijarnos tras una fachada. ¿Cuándo empieza a ser doloroso? ¿Cuánto podemos aguantar el engaño? O lo que es peor, ¿y si no sabemos que nos estamos engañando? Imagina que se te cae la máscara cuando menos te lo esperas o que ha llegado alguien que te la arranca sin que te des cuenta... ¿Qué hacemos en un momento así?

El saber estar y el decoro social poco tienen que ver con el auto-engaño y la mentira. Es de lo más educado ser políticamente correcto o saber comportarnos en determinadas situaciones, pero cuando empieza a entrar en conflicto con tu propia identidad o con tus valores, tienes que obligarte a parar. Plantarte delante de un espejo, quitarte la máscara y decir: "Este soy yo". Una vez que te lo admitas a ti mismo, te será mucho más fácil admitirselo a los demás, siempre y cuando encuentres el valor para hacerlo...


viernes, 22 de junio de 2012

Blogus interruptus

¿Saben de esa sensación cuando tienes varias ideas en la cabeza y no sabes como expresarlas? Resulta que es un hecho de lo más impertinente, tener materia prima y verte incapaz de moldearla. Algo parecido me ha pasado con mi querido y abandonado blog.

Cuando se me ocurre un buen tema sobre el que escribir, no tengo medios adecuados para poder hacerlo (véase horas intempestivas o estar fuera de casa) y luego me despisto, se me pasa o simplemente me olvido. Por una parte, quiero desarrollar más mi vena bloguera, lo escribo y además intento cumplirlo, pero por h o por b no se da el caso.

Compromiso, palabra que tengo que adoptar con más fervor si quiero cumplir el objetivo. Además que vienen cambios de lo más sustanciales en mi entorno (próximamente crónica de una mudanza o una serie por entregas de los pecados capitales) y me gustaría bastante dejar constancia sobre ellos. Si como les digo, las ideas están, sólo me queda darme un pequeño rapapolvo a mi mismo y darle a la tecla.