lunes, 30 de julio de 2012

Hogar

Ya el traslado ha dejado de ser un proyecto para convertirse en realidad. Así es señores, tras muchas cajas, cinta de embalar y muebles que montar, un servidor puede decir que oficialmente se ha mudado. Quería esperar un poco para publicar esta entrada, pues como ya he venido comentando, uno requiere de su período de adaptación y de hacerse con lo nuevo para poder formarse una idea.

Una semana es el tiempo que llevo viviendo en mi nueva casa y se le va cogiendo el gustillo. Al principio, con todos lo que tienes por colocar, ni tiempo tienes para decidir donde poner las cosas, en que sitio quedan mejor, o que momento vas a colgar ese cuadro nuevo que le da a tu habitación ese aire tan pintoresco que estabas buscando. Es más una vorágine de polvo, cosas viejas, recuerdos usurpando lugares nuevos y trastos a los que darle sitio. Pero, les digo que con una buena organización (y con un par de manos extras) se pueden lograr muchas cosas en poco tiempo.

La primera noche que iba a pasar en mi casa, así por avatares del destino, sonó en mi coche la canción "Home" de Michael Bublé y fue tal la emoción que me embargó que se me rallaron los ojos en medio de la autopista (aunque uno disimula y se pone a cantarla a pleno pulmón para pasar mejor el trago) La nostalgia nos invade cuando tenemos que despedirnos de algo, de alguien o, en este caso, de un hogar donde has vivido grandes momentos. Nunca está de más rodearse de ese par de manos extras para que la transición sea más soportable (y gracias a ellos, se ha conseguido)

Siento que en breve volverá a darme la vena bloguera y les daré más el coñazo, pero por ahora me despido pensando en mis antiguas vistas y compartiendo lo que ven mis ojos cuando me asomo a mi nuevo balcón.


martes, 24 de julio de 2012

Butaca para dos

Bueno, después de unos días de desconexión (física como virtual) y un par de rayos de sol compartidos y a solas, toca retomar los buenos hábitos, que la verdad tenía ganas de volver a pillar el blog por banda. Y que mejor forma que contar mi experiencia con la danza clásica la noche pasada.

Para los que no lo sepan, el baile es una de mis pasiones. Aunque me inicié relativamente tardillo en un arte como este, no me quedo atrás cuando toca apreciar su belleza. Y para ir a las raíces del baile, que mejor forma que hablar de su base: el ballet clásico. Dentro de su complejidad, con la gran dedicación y preparación que conlleva, lo considero uno de los estilos que más transmiten de todos ellos (y eso que no es mi especialidad, ahí es nada)

La pasada noche tuve la ocasión de disfrutar de una de las obras clásicas más bonitas que existe: "El lago de los cisnes" representada por el increíble ballet de Moscú. Una de las mejores cosas de la noche, antes de que se me olvide mencionarlo, fue la compañía de mi querida amiga N que aprecia el ballet tanto como yo y sabe encontrar la belleza en ese movimiento coordinado subido a unas puntas. La obra en esta ocasión se dividió en tres actos, aunque solo hubo un descanso en medio. Aún recuerdo el sonido de los primeros acordes y como se nos puso el vello de punta.

Dentro de la representación podría destacar la maravillosa escenografía, los efectos de la iluminación, la brillantez del vestuario, pero yo me voy a quedar con los movimientos y con tres en concreto: el primer paso a tres que hace el príncipe, con el mago y el cisne blanco, mezcla de intriga, pasión, impotencia y tentación; el solo del cisne negro cuando enamora al príncipe con su embrujo, pura sensualidad y deslumbrante actuación la de la bailarina; y, como no, el famoso "pas-de-quatre" de los cisnes menores en el bosque, coordinados a la perfección, se lucieron hasta cortarme la respiración (imaginaos como rompí en aplausos cuando acabó ese movimiento)



En definitiva, una noche de verano para recordar, buena música, buen espectáculo y mejor aún compañía que tuve la ocasión de tener.

miércoles, 11 de julio de 2012

Madrugando

Cuando te pones a pensar en esas frases del tipo: "A quien madruga, ""Dios"" le ayuda..." o "Si te levantas pronto verás como aprovechas mejor el día..." y demás, no sueles prestarles mucha atención. Más bien, cuando estás de vacaciones tiendes a ignorarlas, en plan tirar el despertador por la ventana, trasnochar, oscurecer la habitación y hasta que el cuerpo aguante (o te despierte tu madre llamándote por teléfono, todo un clásico)


 Aunque la verdad que es digno de mencionar, que cuando te da por levantarte más temprano y tienes tiempo libre (véase, no estar en clase, ya que eso es lo más normal) el día te cunde lo más grande. Ya me ha pasado alguna vez que otra (pocas, todo sea confesado) pero hay que ver lo que se puede estirar la mañana si te planificas bien.

Y para muestra un botón. Salir a desayunar fuera, llevar a un familiar al médico, dar una vuelta para hacer tiempo, recogerlo, ir a una tienda a la otra punta de la isla y volver a la casa... Y todo eso antes de mediodía! Me dio tiempo hasta de preparar el almuerzo con mi prima para dentro de un rato. La verdad que te dan hasta ganas de planificar cosas más productivas, pero entre verbena y verbena, ya irán surgiendo los planes.
Por lo pronto, y de vez en cuando, nunca viene mal despertarse un poco antes para no quedarte toda la mañana con la cabeza pegada a la almohada.

sábado, 7 de julio de 2012

Adaptaciones

En todo cambio viene lo que se conoce como un período de adaptación. Tienes que dejar atrás antiguas costumbres y hacerte a las nuevas, pero eso sería como la conclusión a todo el proceso. En realidad es mucho más duradero y con más altibajos inesperados de los que piensas.

En entradas anteriores ya había dejado claro que estoy en pleno proceso de mudanza. Cinco años con sus experiencias dan para mucho que contar y recordar la verdad. Vas metiendo cosas en cajas, encuentras papeles que no sabías que aún conservabas e incluso hay familiares que intentan boicotearte, que creen que es divertido guardar cosas que aún necesitas sin avisarte (nótese la ironía) Todo ello te pone de un nostálgico de padre y señor mío...

Normalmente, las adaptaciones comienzan cuando ya empiezas con lo nuevo, pero nadie te avisa de que si haces las cosas de forma gradual, la adaptación también se pinta del mismo color. Un ejemplo para entender lo que quiero decir es el cambio de colchón. Pero me explico, porque si cambias de un colchón normalito a otro superior y mejor, es que ni lo echas de menos. El problema viene cuando sucede al revés. Cuando tú ya te has hecho a un colchón, tu rutina de descanso, tus posturas... y de pronto (y aunque solo sea de forma transitoria) vuelves a dormir sobre una tabla, pues se nota. Tanto es así que me planteé levantarme y escribirlo anoche, pero me hubiese desvelado más de lo que ya lo estaba.

Esto puede aplicarse a muchas otras cosas, el cambio de la distribución de habitaciones, la zona, los muebles que te traen recuerdos... Lo bueno es que aunque lo material cambie, esos recuerdos permanecen contigo. Y lo más maravilloso de todo, es que tienes toda una nueva experiencia por delante, para crear unos nuevos.

lunes, 2 de julio de 2012

Primeras rebajas

Hoy he tenido una experiencias que toda persona debe probar al menos una vez en la vida. No es que sea una gran cosa, pero si nos paramos a pensar en el resultado en comparación con otros años, se nota, créanme señores que se nota. Y estamos hablando nada más y nada menos que del primer día de las rebajas de verano.

Realmente llegas con ciertas expectativas: ver a las señoras en las puertas esperando a la apertura para entrar cual marabunta, estar cerca cuando haya una pelea por "eso lo cogí yo primero" o "aparta que esa talla es mía", el ingenuo deseo de elegir bien las horas para evitar las colas (tanto en cajas como de tráfico) y, no puede faltar, encontrar tu talla con uno de los mejores descuentos.


Entonces lo que haces es que te organizas. En lugar de ir a la apertura, a pesar de que la tentación de ver a las doñas es bastante suculenta, esperas y vas una horita después. Si vas acompañado, te distribuyes la tienda mucho mejor, cada uno mira lo suyo y luego lo ponen en común. Todos sabemos que siempre una opinión amiga ayuda a descartar y seleccionar lo asequible de lo hortera. La hora de la verdad llega dentro del probador, cuando llega el punto que no sabes lo que tienes en la mano, pero tú te lo pruebas igual "por si acaso..." (esto le pasó a mi amiga S. así que es verídico, que conste) Y por último, de lo más satisfecho contigo mismo, te marchas a la caja para hacer tuya esa americana que te encantaba y hoy la has encontrado con un 50% de descuento.

Cuando recalcaba antes que se nota la diferencia de ir el primer día con el resultado, me refería a los artículos que encuentras. Con el enclaustramiento por exámenes de julio en mi vida pasada, sólo me daba tiempo de llegar a las segundas o incluso terceras rebajas, donde lo que encuentras es aquello que no se pone nadie en su sano juicio o al menos con un gusto relativamente decente a la hora de vestir. Así que me dije que era algo que tenía que probar eso de ir el primer día, y pese a que me hubiese gustado ver más "sangre social" (vena sádica) es una experiencia que recomiendo, y más aún si lo haces en buena compañía.

El Reloj

Encontrábame yo pensando en que ya estamos empezando julio, cuando empezó a sonar en mi cabeza:

 "Reloj detén tu camino, porque me vida se apaga...
Detén el tiempo en tus manos, haz esta noche perpetua..."


Con lo que no me quedó otra que buscarme la canción para poder completar las estrofas que aún quedaban en blanco en mi memoria (y de paso recuperar un maravilloso bolero) Todo ello se me juntó con mis cavilaciones sobre el paso del tiempo... Madre mía, ya en julio, cuando parecía que empecé a escribir este blog el otro día (medio añito como quien dice)

Resulta sumamente complejo no pararte un segundo a pensar si estás donde querías estar en estas fechas. En mi caso, no debo tener ninguna queja. Ya pasa el mes que estoy de vacaciones, con las mejores notas que he sacado en toda mi trayectoria universitaria y haciendo muchas cosas para recordar el verano (y las que aún quedan por hacer...)

El peligro de una mente inquieta es que a veces toma caminos que no debe tomar. Por ejemplo, con todo esto de los relojes, resulta que mi reloj de cocina se paró hace unos días a las 9.43 y con el segundero en el segundo 44 (comprobarlo en la imagen superior) Lo único que necesita es un cambio de pilas, pero por dejarlo pasar aún sigue ahí, marcando la hora equivocada y llevando a mucha confusión en determinados momentos. Este reloj realmente ha detenido su camino y el tiempo en sus manos... ¿Y si no se hubiera estropeado? ¿Y si hubiese seguido bien y marcara las 10.00 del día que se paró? ¿Hubiera cambiado algo? Para que nunca se vaya de mi... Para que nunca amaneza...