sábado, 18 de enero de 2014

Amor en sepia

A veces viene bien poner un granito de arena para cambiar la tónica general. Como bien es sabido por todos los universitarios, enero se ha convertido en un enemigo en cuanto a tiempo de ocio y descanso se refiere. Si sacamos un rato para entretenernos, que no sea rememorando agobios, fechas de entregas, temas que nos quedan por mirar o subrayar. Suerte desde aquí a todos y a lo que vamos.

Vivimos en un mundo que tiene interés por explicarlo todo. Contamos ya con importantes avances en muchas áreas (y otros tantos que aún están por llegar) y el desarrollo de lo inmediato se ha convertido casi en una necesidad. No obstante, paremos un segundo y pensemos en nuestros predecesores. ¿Cómo se veían? ¿Y las odiseas para estar en contacto? ¿Cómo pasaban el día (o la semana) sin saber de esa persona que les llenaba el corazón?

Si bien es cierto que era otra época, la mentalidad era diferente y la ignorancia, hasta cierto punto, actuaba como una barrera, ya que si no había noticias buenas, tampoco había pérdidas que lamentar. Pero los sentimientos son tan reales como los que sentimos en esta época. Intensos, inefables, inmensos y, sobre todo, pacientes.

En ocasiones, la conexión entre dos personas no puede explicarse o encuentras sorpresas a niveles que no puedes sospechar. Y para muestra un caso que conozco. Más de 50 años de matrimonio, varias hijas, muchos kilómetros e interminables esperas a sus espaldas. Toda una vida juntos, de alegrías, momentos amargos, ilusiones, proyectos y apoyo incondicional. Para llegar un día y, sin saberlo, acabar comprando el mismo número de lotería que el otro. De entre todas las posibilidades, números, combinaciones aleatorias y décimos de la tienda, optan los dos por la misma elección. No sé a ustedes, pero a mí me da mucho que pensar, al mismo tiempo que no puedo evitar reprimir una sonrisa.