sábado, 18 de agosto de 2012

Sueños

Pocas veces nos paramos a pensar en lo común que puede ser la expresión "dulces sueños" y lo poco que la valoramos. Pero no nos percatamos hasta que su alter-ego tiene la desfachatez de colarse en el subconsciente y consigue sacudir nuestro sistema nervioso de arriba a abajo con un simple vaho. Me refiero, como ya supondrán, a las pesadillas.


Como los medicuchos me enseñaron, después de comer entramos en un período llamado postpandrial, en el que nos aletargamos, nuestra actividad metabólica disminuye y es más fácil quedarse dormido que escuchando una conferencia sobre la influencia del cambio climático en la reproducción de las hormigas africanas. Pero una vez que el cuerpo cae en manos de Morfeo, ya es nuestra mente la que toma el control, el subconsciente se libera y hace de las suyas.

Cuando te sorprende con fantasías inesperadas, unicornios voladores, encuentros gratificantes o tórridos momentos sexuales con quien menos te lo esperas (sí, no me vengan ahora de santurrones que Freud nos tenía calados a todos oiga...), la sensación con la que despiertas es agradable, incluso extraña si estamos muy impresionados, pero en líneas generales, bastante llevadera.

El problema está cuando nos vemos atrapados en una "pesadilla en bucle". La denomino así porque lo que vives durante el sueño es la situación de despertarte una y otra vez, pero no salir de la pesadilla, sino caer en una peor. Entonces la agonía, el desasosiego y la angustia son los que toman el control. Te quedas paralizado, presa del pánico y de la incomprensión pensando en porqué no despiertas, hasta que tras varios ciclos lo consigues.Y a pesar de que pueda parecer que tras lograrlo te sientes victorioso, con lo que te quedas hasta un buen rato después es con un mal cuerpo que no les quiero ni contar.

Mi consejo, tras haberlo pasado, es que no le toquen las narices al subconsciente y tengan cuidado con los botones que activan sin darse cuenta. Pueden acabar demonizando a un amigo, a un amante secreto o a un familiar y pasar un rato tan desagradable que no se lo deseo a nadie.

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