Ha llegado el Carnaval a la isla un año más, como siempre, más tarde o más temprano (aunque cada vez lo adelantan más, como se descuiden se les va a montar con el roscón de Reyes) pero como siempre. Las tradiciones carnavalescas de mi isla son de fama no solo internacional, sino mundial. Y menos mal, para un reclamo turístico que tenemos que salga del tópico de sol y playa...
Pero es bastante amargo tener que escribir sobre circunstancias desagradables en estas fechas. En uno de los eventos clave para mí de estas fiestas, la Gala de la Reina del Carnaval, tuvo lugar una tragedia en la que una de las candidatas fue víctima por accidente/negligencia (aún no lo tengo yo muy claro) de un error que le está costando una ardua y larga recuperación en la Unidad de Quemados de Sevilla. Afortunadamente, su evolución es bastante favorable y desde mi rinconcito mando mi apoyo a ella y a su familia, para que se recupere en el mejor ambiente posible.
Aunque el Carnaval no se detiene, no espera por nadie. Pasó ya la primera parte de las fiestas, aunque con cabalgata cancelada por lo de la candidata a reina. Sin embargo la calle quiso hacerse notar y la gente con sus disfraces la llenó de color, música y baile. Tengo que reconocer que cada año voy descubriendo facetas de esta fiesta, que era bastante desconocida para mí. Realmente te puede sorprender lo que oculta un vaquero bajo su sombrero o el enigma tras la tímida sonrisa de un caballero vestido de época victoriana (suspiros) Una de las cosas que más me divierte es la risa y ese momento en el que tu disfraz tiene relación con el de alguien a quien no conoces de nada y cruzan un par de palabras como si se conocieran de toda la vida. Así somos aquí señores, cálidos y amigables (y paro que se me desborda el orgullo por mi gente)
De todas formas, aún queda Carnaval por disfrutar, gente con quien compartirlo y quien sabe si volver a tropezar con alguna mascarita que nos iluminó más de la cuenta alguna noche pasada... ¡¡A la aventura!!
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