martes, 26 de junio de 2012

Cartón y cinta de embalar

Cuando llegan cambios tienes dos opciones (o quizás más pero son las que se me ocurren ahora): dejar que pasen por ti o ponerte en marcha y ser parte del proceso. A un servidor le toca esta segunda opción, mucho más activa y dinámica, pero que requieren su sacrificio, ya que como se suele decir: "everything comes with a prize..." (guiño a una serie que me gusta mucho y de la que ya hablaré en otro momento)

El cambio comienza cuando te encuentras frente a cajas de cartón y una cinta de embalar recién comprada y las palabras que escuchas son: "Monta las cajas y empieza a guardar tus cosas..." En ese momento es cuando te paras y piensas que tienes que archivar cinco años de tu vida. Aunque eso no es lo peor, ya que en el fondo guardas y cierras, pero la cuestión crucial es: ¿qué guardas y qué tiras? No todo puedes llevártelo, ya que hay cosas que ni sabías que tenías (sí, nos pasa a todos, no mientan) y que acabas guardando porque te recuerdan a alguna situación vivida. En el fondo, la nostalgia es una compañera que nos hace ponerle freno a muchos momentos, intentando congelarlos con algo más sólido que un débil recuerdo.  Así de sentimentales que somos...

Pero de pronto te puedes sentir invadido por un espíritu de lo más renovador y del que tienes que acabar tirando para ponerte en marcha. Te plantas frente a tus cosas y sin darte cuenta acabas desechando esa cucharilla de helado de aquel verano y guardas fundas de plástico para el curso que viene (oigan, que he reciclado una cantidad de material que ni sabía que tenía que bueno...)

En fin, aún me quedan cosas que enfrentar, recuerdos que asomarán la cabeza cuando llevaban mucho tiempo encerrados y otros con los que se me escapará alguna sonrisa a destiempo. Esperemos que al final, los cambios sean para mejor.

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