sábado, 17 de agosto de 2013

Abuelos

Muchas veces encontramos en la familia la alternativa a los planes a los que estamos acostumbrados. Y para ser justos, no solo la alternativa, sino en ocasiones también la primera elección. Sin entrar a valorar los lazos familiares ni los problemas/beneficios de la convivencia, me voy a sumergir un poco en las relaciones intergeneracionales: toca pasar tiempo con los abuelos. 

Ellos nos cuidan al nacer, se preocupan de mimarnos, de darnos esa galleta que nuestras madres no nos dejan comer y de cumplir con todos nuestros deseos. Desde aquí creo que es una especie de mecanismo de sobrecompensación. Todo lo estrictos que fueron con nuestros padres, lo liberan en forma de cariño con la siguiente generación. Y a mí, que soy el beneficiario en estos casos, me encanta. Qué le deparará el futuro a mis hijos y nietos (si es que los tengo) sobre la forma de comportarme con ellos es todo un misterio, pero muchas flechas apuntan a que la historia podría volver a repetirse. Agradecido. Esa puede ser la mejor descripción. 

Y como soy una persona a la que le gusta demostrarlo, soy yo quien les propone los planes. Acompañarlos al médico cuando tienen cita, pasar tiempo con ellos en la playa o llevarlos a almorzar a algún sitio que les guste son buenas sugerencias. La más reciente tuvo lugar ayer mismo, pues era la romería de San Roque en Garachico y para ellos acudir es toda una tradición, pues no hay año que se la pierdan. Tocó madrugar y recorrer bastantes kilómetros en coche, pero por ver su alegría y cómo disfrutaban, mereció la pena. Además, que yo tampoco lo pasé nada mal y volví a casa con las cañitas con cintas típicas de la romería, que mi abuelo me consiguió tras hablar con medio pueblo, ya que cuando llegamos, las habían repartido todas. Si es que, ni aún cuando me toca a mí cuidar de ellos pueden dejar de estar pendientes de mí. Gracias. 

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