Los meses estivales son para no dar un palo al agua, para relajarse o para no parar la pata, siempre y cuando no tengas los exámenes de septiembre a la vuelta de la esquina (mucho ánimo para todos los que están en ese caso). Te surgen mil y un planes, cuarenta proyectos y cientos de ideas, pero no llegan todas a buen puerto, más que nada porque no hay tanto tiempo en tres meses. Compromisos familiares y sociales cubren la totalidad del tiempo libre.

Un servidor es partidario de no olvidarse de uno mismo y si no pueden cumplir con expectativas de los demás, al menos intenten cumplir las propias. Y como no hay nada mejor que aplicarse el cuento, voy a encargarme también de lo mío.
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