jueves, 15 de agosto de 2013

Desde Madrid hasta el Sur


Cual cuaderno de Bitácora, toca plasmar las experiencias para que no caigan en el olvido. Tras los últimos exámenes y habiendo descansado lo suficiente, llegó por sorpresa la hora de poner pies en polvorosa y empezar a rodar por el mundo. Primera parada: Madrid. En un fugaz viaje que se organizó en el último momento, acabé en la capital con motivo de la celebración de la orla de un pariente. Lo mejor de todo es que él no me esperaba aparecer por las puertas de la Complutense, con mi americana puesta y mi pelo arreglado. Debe ser cosa más personal de cada uno, pero arrancarle una sonrisa a una persona es una de las experiencias más gratificantes que existen, así que se las recomiendo. A parte de un acto muy emotivo y un discurso de un padrino que no dejé de aplaudir, había que aprovechar las tardes madrileñas en familia. Y eso fue lo que hice, tras refrescarnos y dar paseos, un par de días después ya había vuelto a casa. 



Sin embargo, no me dio tiempo más que de sacar ropa de la maleta y volver a meter otra, aunque esta vez más corta e informal. Segunda parada: Las Américas (es una zona del sur de mi querida isla, no vayan a pensar que crucé el gran charco... o al menos aún no). Allí tenía a más parientes que esperaban me llegada, sobre todo el pequeño que estaba algo aburrido ya. Cuatro días en una hamaca, con chapuzones intermitentes y frecuentes son una buena forma de pasar parte de las vacaciones, ¿no creen? Uno de los mejores recuerdos que tengo es mi superación personal: el karaoke. Resulta que cada noche había una hora de esta actividad en una sala del hotel, y era una de mis asignaturas pendientes. Pues, haciendo acopio de una insólita valentía, garabateé un título, esperé mi turno y mi nombre salió en la pantalla. Medio tembloroso agarré el micro y empezó la canción hasta su fin. Aplausos y felicitaciones surcaron la sala al final. Lo había conseguido. Tal fue mi entusiasmo que me hice un asiduo y acabé cantando todas las noches (aunque eso de "cantando" deberíamos ponerlo con muchas comillas). Logro desbloqueado, triunfo personal y grandes momentos familiares, una experiencia que, sin duda, merece la pena probar. 

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