sábado, 7 de julio de 2012

Adaptaciones

En todo cambio viene lo que se conoce como un período de adaptación. Tienes que dejar atrás antiguas costumbres y hacerte a las nuevas, pero eso sería como la conclusión a todo el proceso. En realidad es mucho más duradero y con más altibajos inesperados de los que piensas.

En entradas anteriores ya había dejado claro que estoy en pleno proceso de mudanza. Cinco años con sus experiencias dan para mucho que contar y recordar la verdad. Vas metiendo cosas en cajas, encuentras papeles que no sabías que aún conservabas e incluso hay familiares que intentan boicotearte, que creen que es divertido guardar cosas que aún necesitas sin avisarte (nótese la ironía) Todo ello te pone de un nostálgico de padre y señor mío...

Normalmente, las adaptaciones comienzan cuando ya empiezas con lo nuevo, pero nadie te avisa de que si haces las cosas de forma gradual, la adaptación también se pinta del mismo color. Un ejemplo para entender lo que quiero decir es el cambio de colchón. Pero me explico, porque si cambias de un colchón normalito a otro superior y mejor, es que ni lo echas de menos. El problema viene cuando sucede al revés. Cuando tú ya te has hecho a un colchón, tu rutina de descanso, tus posturas... y de pronto (y aunque solo sea de forma transitoria) vuelves a dormir sobre una tabla, pues se nota. Tanto es así que me planteé levantarme y escribirlo anoche, pero me hubiese desvelado más de lo que ya lo estaba.

Esto puede aplicarse a muchas otras cosas, el cambio de la distribución de habitaciones, la zona, los muebles que te traen recuerdos... Lo bueno es que aunque lo material cambie, esos recuerdos permanecen contigo. Y lo más maravilloso de todo, es que tienes toda una nueva experiencia por delante, para crear unos nuevos.

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